Adrian Aranda

Mientras estudio a Nietzsche, Hegel y Mill, hago un break, entro a facebook y veo una y otra vez la noticia de la niña asesinada en Rivera. Recuerdo al niño asesinado por su entrenador, y a otros tantos niños que sé que sufren pero desconozco sus rostros...Me pregunto si tiene sentido lo que hago, si algún día algo podrá cambiar. No encuentro en la filosofía otra tarea que desencadenar procesos transformadores, pero dudo, pienso, me acuerdo de algunos colegas que estudian y tienen una erudición envidiable, y me pregunto ¿Quiero eso para mí? Recuerdo a Derrida y su concepto de "márgenes", y me pregunto si el Ser no tendrá sus márgenes. Nadie puede asesinar a alguien con rostro decía Levinas. ¿Por que un niño puede ser asesinado de maneras tan brutales? Me cuestiono mi fe en Dios...¿Dónde estás Señor ante tanta maldad? pregunto elevando mi mirada al cielo. Me doy cuenta que entiendo poco de esta vida, y me pregunto cómo hacen algunos cristianos para estar tan engañados

Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo;  y la tierra tembló, y las rocas se partieron... (Mt. 27:51) Durante los dos mil años de cristiandad, la teología occidental ha interpretado la muerte de Cristo como una dispensación de perdón y salvación eterna. En un mundo como el de hoy, donde la materialidad juega un papel sumamente importante en el desarrollo de nuestras vidas, es menester preguntarnos si la muerte de Cristo, como acontecimiento, tiene consecuencias "aquí y ahora", para nuestra existencia concreta. Filósofos cristianos como Kierkegaard y Gabriel Marcel han abordado este tema, pero sobre todo en el plano subjetivo de la realidad humana. Los teólogos de la liberación, desde hace más de cincuenta años hacen un gran aporte en esta materia también, combinando algunos elementos del marxismo, relevantes para la emancipación colonial que han promovido. No obstante, la teología protestante latinoamericana, heredera de los movimientos esp