Adrian Aranda

No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. Éxodo 20:4 "No te harás imagen", es uno de los mandamientos. Tradicionalmente se ha interpretado este pasaje como la prohibición de adorar objetos creadas por las manos humanas. Por supuesto que esto es parte del mandamiento, ¿Pero existen otro tipo de imágenes que no sean lo que los iconoclastas procuraban destruir? Quizá las imágenes más difíciles de destruir sean las producidas por nuestra mente y emociones. Aquellas representaciones que tenemos en cuales confiamos plenamente, en las cuales depositamos nuestra fe. Representaciones que creemos son Dios, y por ende les otorgamos poder sobre nuestra vida, ¿pero qué si acaso esas representaciones tan solo fueran producto de nuestra mente y emociones? ¿cómo discernir entre una representación de Dios creada por mí mismo y la experiencia de conocer a Dios? Hegel y su pensamiento dialéctico

"¡Sepa yo cuán frágil soy!" exclama el Rey David en uno de sus Salmos. ¿Por qué quiere saber algo que está afirmando? ¿No lo sabe ya al estar afirmando que es frágil? Claro que lo sabe. Pero creo que lo David está rogando a Dios es poder vivir en cada instante, acto, palabra, consciente de su fragilidad. Que su condición de ser frágil pese en cada decisión que toma. Como humanos, intelectivamente sabemos que somos frágiles, ¡pero cuanto nos cuesta vivir con esta verdad! Buscamos fundamentos o techos que nos hagan sentir más seguros, que nos hagan olvidar de esta condición de fragilidad. Vivimos como si fuésemos omnipotentes, caemos en la vieja tentación "Serán como Dios". Asumir nuestra fragilidad redirecciona nuestra vida hacia un vivir más original y libre. No obstante, esta asunción debe ser diaria puesto que en la cotidianidad solemos olvidarnos de aquello que nos es más cercano, como nuestra condición de seres humanos frágiles, finitos, limitados... Vivi